Prologo - Después de la agonía

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Cierro los ojos, estoy solo, aparezco de la nada en una fría y lluviosa calle a eso de las 9 pm o por lo menos así me siento, pues entre la multitud que a mi lado camina sin percatarse de mi, me gusta observar, analizar y no ser visto ni sentido por nadie. A eso le llamo yo ser un fantasma. Me paseo entre la multitud como aquel que se pasea por su casa, si vive sólo, sin nadie que me moleste o incluso se inmute por mi presencia o ausencia, en este momento soy lo que se diría, de poca relevancia. Alguna vez también lo fui en vida, me sentía de esta misma manera, si es que puedo "sentir" ahora. Todos, ocupados, caminan de un lado a otro como un perro destinado a perseguir su cola de por vida, con sus condenadas vidas, cada uno viviendo en paz sus propios problemas y preocupaciones, me gusta ser espectador de otros, como aquel hombre que pasa con su móvil en mano gritándole a su mujer que ya está cansado de ella, cuando no se da cuenta que de lo que se ha cansado es de sí mismo, o tal vez aquel otro, vestido todo de negro y en su rostro la llovizna se mezcla con la sal que brota de el, llora, por un deseo mal pedido alguna vez y que hoy, ahora no es más que algo por lo cual culparse el resto de su vida. Tantos sucesos cotidianos me recuerdan que jamás volveré a sentir algo así. Ni el abandono, ni la burla, ni la traición, nada.
Solo siento aquel frío que desde que tengo memoria me ha acompañado, un frio que entra y a la vez sale de mis ojos, creo que ese frío siempre fue mi alma, que trataba de vivir por si misma, ahora lo logró, pero lo hizo a costa de mi vida, aunque creo que siempre viví mas por obligación que por gusto. Siempre fui espectador, de lo feliz y de lo triste.
A mi mente llegan pocos fragmentos de lo que llamamos vida, y creo que nunca llegue a sentir lo que llaman amor o por lo menos nada por fuera de lo filial, aunque creo que logre sentir algo parecido, obsesión.
La única cosa que me provocó placer de alguna manera fue la música. Aquella sonora compañera, aquellos acordes que yo mismo entoné con mis propias manos, aquellas melodías melancólicas que brotaron de mi garganta, esas eran mis compañeras en las noches largas.
Siempre creí que habría alguien en este mundo que pudiera lograr amarme. ¡Que equivocado estaba! Pues esa persona que hacia que mi mente tomara su propio rumbo, nunca lo encontró hacia mi, y podría jurar sobre mi cadáver que habría dado todo por amarla, pero de esas experiencias aprendí lo que ya sabía, sólo hay una compañera fiel, La Música.
¡Ah! La música, siempre fue un placer casi sexual, era como entrar en un mundo nuevo, una experiencia diferente con cada tríada, ese era mi mundo real, junto con la soledad obligatoria, el frío y la muerte.
Ella siempre fue mi amiga, estaba dispuesta a escucharme y a tocar siempre para mi y junto con la música me acompañaban en la soledad, la muerte fue mi aliada y la que nunca me traicionaría. El frío también fue fiel durante toda mi existencia, aquel que sientes como una mano fría en tu espalda y recorre toda la médula. Ese frió, así es mi alma. fría incluso congelada hasta el día en el que realmente despertó e irónicamente fue el día en que cerré mis ojos por última vez, como siempre supe que moriría, amando, sólo, y triste.

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Gracias a todos por leer
Espero que les guste mi primera publicación, tal vez sea un poco oscura y deprimente

También espero que entiendan la dinámica de escritura, es más una narración y tendrá poco diálogo
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:)

Entre la muerte y el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora