Mis pies se movieron hasta mi asiento y me senté a su lado, en silencio.
Hoy también llevaba ropas negras y el pelo despeinado. Parece que ese es su look habitual.
- Ignoralo, y deja de mirarlo.
Solté un pequeño suspiro.
Ojalá pudiera hacer eso, pero es imposible no mirarlo. Mi vista se dirige hacia él sin ningún control.
- ¿Es que quieres pasar otra tarde como la de ayer? ¿Es que quieres que todos sospechen lo que haces? ¡Eres tonta!
- Dejame en paz. Yo se lo que hago- susurré.
- ¿Has dicho algo?
Giré la cabeza y miré a Louis, que tenia una expresión confundida.
- Nada, sólo hablaba conmigo misma.
- Ah. De acuerdo.
Apartó los ojos de mi y los fijó en la mesa.
Nadie habló, y el silencio era pesado e incomodo. Me sorprendí al comprobar eso, y que prefería hablar con él. Nunca habría sustituido el silencio por nada.
- ¿Que te pasó ayer?
Él volvió a centrar su atención en mí.
- ¿Qué quieres decir?
- Pues que ayer te fuiste de clase y no volviste a aparecer.
- Estaba enfermo.
Su expresión se endureció.
- Bueno, si tú lo dices.
- ¿Qué pasa? ¿Qué no te lo crees?
-No es muy convincente.
El agachó la vista y se miró las manos, que estaban entrecruzadas sobre sus piernas.
- Sólo quería estar un momento a solas, nada más- susurró.
- Te entiendo.
- No, tú no entiendes nada- dijo con una risita sarcástica.
No contesté a eso. ¿Qué podía decirle? No podía decirle la verdad. Que era una chica que prefería la soledad a la compañía de las personas, que prefería la oscuridad de mi cuarto antes que la luz del sol, que necesitaba desesperadamente el contenido de una cajita de musica.
- ¿Qué te ha pasado ahí?- dijo señalándome la mano.
Me miré la palma, y la oculte debajo de la mesa.
- Nada. Sólo es una herida.
- ¿Cómo te la has hecho?
Lo miré extrañada. Esta situación estaba empezando a ponerme nerviosa.
- No lo sé. Me habré arañado con algo.
Alargó la mano y cogió mi muñeca, sacando mi mano de debajo de la mesa.
Lo miré sorprendida, y lo miré a los ojos, perdiendome en esos océanos helados. Su contacto en mi muñeca hacía que pequeñas corrientes eléctricas me atravesaran el brazo, y sus dedos se sentían cálidos y suaves.
Creía que su tacto sería frío, como los dardos helados que transmitían sus ojos, pero era todo lo contrario. Era caliente, húmedo, y prometía noches sudorosas y sabanas pegadas.
- ¿Que estas pensando? Eso nunca pasara. Eres una puta barata, Melisa. Nadie te querrá nunca, y menos tu chico porcelana.
Aparté esas ideas de la cabeza y miré su mano sobre la mía. Agarró mis dedos y los abrió suavemente, descubriendo la pequeña línea rosada.
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Almas Oscuras- Louis Tomlinson.
Romance'Me costaría toda una vida entender como una piel que parecía tan fría podía transmitir tanta calidez'