Día 1 contigo.

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Mi mundo no es mas que un pub.
Donde suena Springsteen todo el día.
Tomas cerveza tíbia
Y fumas Marlboro Lights.
Donde a veces te dan cocaína y la tiras;
Y bailas como si todos te fuesen a mirar.

Amo cuando los borrachos se pelean y tienen que sacarlos a patadas. Es más cómodo así. De ese modo siempre hay más espacio para bailar Rock and Roll toda la noche.

Mis noches preferidas son cuando ese chico, César, viene al local y nos toca jazz con su trompeta y hace que te sientas como en una nube. También cuando suena Lou Reed.

Porque el mundo no es mas que un pub.
Donde si ocurre algo malo, asistes allí y bebes para olvidar. Si ocurre algo bueno, asistes allí y bebes para celebrarlo, y si no pasa nada, asistes allí y bebes para que pase algo. Donde siempre habrá dinero, chicas menores con vestidos cortos y borrachos de vida horrible incapaces de enloquecer.

Donde abundan las secuelas y los ojitos rojos. Almas destrozadas
mentes rotas y destinos rotos. Gente desesperada. Gente vacía. Donde se baila con la mala suerte y La muerte se fuma los cigarrillos. Donde el amor se hace en medio de la tristeza.

Porque de eso se trataba, de vivir de noche y morir de día. De odiar a la policía y de sentir que todo marchaba bien.

Yo sólo observaba detrás de la barra. Me gustaba estar ahí, de alguna forma u otra sentía que podía ser realmente buena en algo. Nunca podía sentirme sóla en un sitio como aquel, siempre habría gente con problemas mayores y eso me hacía sentir bien, aunque a veces resultaba estupendo poder estar sóla, no tener que sonreir ni poner buena cara.

Acaba de entrar un grupo de jóvenes. Uno de ellos, a pesar de que parecía que venían juntos, se sienta en otra mesa distinta, un poco más alejada de los otros chicos y del resto de personas, como si no quisiera que nadie le molestara. Miguel me mira y mueve la cabeza hacia la izquierda pidiéndome que fuera yo a las mesas. Leonor tenía unos días de baja por problemas familiares y Miguel y yo teníamos que encargarnos de todo.
Me dirijo hacia la mesa del fondo. Puedo verle mejor a medida que me acerco. Tiene la mirada perdida en el suelo, vestido con vaqueros, sudadera y chaqueta de cuero. No sé si llega a los veinte. Levanta la vista hacia mí.

-Hace frío, ¿lo hace? Lo hace, ¿verdad?

Le miro fijamente. -Sí, hace frío. ¿Qué va a tomar?

-Hace mucho frío, el frío húmedo de noviembre, el que cala los huesos. Me gusta el frío- contesta él encogiéndose de hombros.- Tomaré un café. Con un vaso de hielo. También un paquete de cigarros.

¿Estaba hablando en serio?- Nosotros no hacemos café, y menos a estas horas de la noche. Puede pasarse por la mañana, se suele parecer más a una cafetería, pero ahora... Ahora no hacemos café. ¿Quiere una cerveza?

Ahora era él el que me miraba fijamente. No me había dado cuenta hasta ahora, pero era un chico muy atractivo. Moreno, piel pálida y sus ojos parecían inyectados en... ¿café?
-¿Usted cree que si quisiera cerveza, hubiera pedido un café?

Me empezaban a temblar las piernas. El efecto que despedía su mirada me hacía temblar. No sabía que decir.
-Veré que lo que puedo hacer, quizás pueda prepararte un café y traerte esos cigarrillos.

Me dirijo hacia la barra, no estoy segura de que le vaya a gustar nuestro café. Miguel me mira extrañado y camina hacia mí con paso firme.

-Enia, ¿qué haces?

-Aquel joven, el de la mesa del fondo, ha pedido un café.

-¿A caso no sabe en qué sitio ha entrado?

-No te procupes, Miguel. No me cuesta nada preparar un café. Es una forma de ganar clientes, es lo que me sueles decir.- Me mira sonriente y se aleja para atender a un par de parejas que acababan de entrar en el local.

Preparo el café y un vaso de hielo mientras me dirijo de nuevo a la mesa del fondo. De nuevo tiene la mirada perdida en el suelo, con una ligera sonrisa en los labios, parecía tranquilo, seguro de sí mismo, pero seguía teniendo la mirada perdida. Con la mano derecha en un bolsillo mientras con la otra jugueteaba con un mechero con tapa, un zippo, la abría y la cerraba continuamente.

-Espero que se sienta cómodo- Me dirijo a él mientras le dejo la taza de café en la mesa. Él no dice nada. Se limita a sonreir.

Me vuelvo detrás de la barra. Me doy cuenta de la canción que está sonando, Perfect Day, es una de mis preferidas de Lou Reed, sin embargo tengo los pensamientos en el chico del café.

Ahí voy:
Ha puesto el café en el vaso de hielo,
ha puesto la leche en el vaso de café,
ha puesto el azúcar en el café con leche.
Con la cuchara pequeña lo ha removido.
Ha quitado un hielo y lo ha puesto en el plato de la taza donde estaba el café.
Sin hablarme.
Ha encendido un cigarro,
ha hecho círculos
con el humo.
Ha tirado las cenizas
en el cenicero.
Sin hablarme.
Sin mirarme.
Después de haberle hecho el café.
Se ha levantado.
Se ha puesto el gorro de la sudadera en la cabeza,
ha cogido el mechero y se ha ido.
sin una palabra,
sin mirarme.
Después de haberle preparado aquel café.
Dejando un euro con veinte encima de la mesa.

Y lo más extraño... ¿quién entra en un Pub y pide un café?

222 años de estar sin ti.Where stories live. Discover now