CAPÍTULO 3

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Otro día más de mi vida había empezado. Un día que no quería que llegue por ahora. La alarma de mi celular sonó tan fuerte que me levante de un salto de la cama. Saque las sabanas que me tapaban y apoye los pies en el gélido frío del suelo, y recorrí mi cabello con mis dos manos. En ese momento no quería saber nada con volver a trabajar.

Por fin me pude levantar de la cama, deje el sueño escondido abajo de la almohada para volver a usarlo a la noche. Hice unos pasos cortos y tranquilos hasta llegar a la puerta del baño, antes de entrar golpee la puerta con los nudillos, y mi padre grita de adentro que se estaba afeitando. Para esperar que se desocupe me apoye sobre la pared del pasillo, levante mi pera y deje que mis pensamientos hablen por su solo. Un mensaje de Brad me interrumpió diciendo:


Brad: Hola, ¿estás despierta?

Yo: No, estoy dormida

Brad: ¿Te paso a buscar más al rato?

Yo: Vale, te espero.

Brad: besos, te amo


Decidí no contestarle, ya que hacía varios días que Brad no estaba nada bien conmigo. Estaba distante y poco caballero conmigo. Cada momento que pasaba con él era eterno, y por ahí estábamos 5 horas mirándonos las caras sin decir ni una palabra. Las veces que estábamos con nuestros amigos, cada uno hacia la suya.

Al fin mi padre había salido, así que cuando entre, me saque el pijama y abrí el agua caliente para ducharme. Un bostezo salió desde muy dentro de mí y grite como si me estuvieran matando. No eran modales para una chica, pero que más va, yo soy quien soy.

El agua recorría mi cuerpo llegando hasta el final de mis pies, el cuerpo se me liberaba de todo el cansancio. Agarre el Shampoo, lo puse en mi mano y lo refregué sobre mi cabello, dejándolo limpio y con brillo. Al cabo de unos treinta minutos ya había terminado de asear me. Y dirigí a mi habitación para vestirme. Suelo llevar la remera y pantalón de trabajo a la confitería para que no me vean caminar vestida de esa forma, pero esta vez me daba igual si me veían o no, total me iba a llevar Brad y quizás me pasaba a recoger.

Baje a la cocina y de la heladera que estaba a la derecha, saque una botella de leche, de una puerta agarre los cereales y los eche en mi tazón negro. Con la cuchara revolví hasta que se ahogaban los cursis ositos azucarados, y llenaba la cuchara con esa mezcla tan deliciosa, de bocanadas grandes me comí todo en un abrir y cerrar de ojos.

Un día largo me esperaba con los brazos abiertos, dejándome atrapada en ese lugar deprimente. El primer día de trajo después de unas cortas vacaciones. Que emocionante.

El rugir del auto de Brad se sentía cuando doblaba la esquina, y la bocina no tardo en sonar en la puerta de mi casa. Cogí el móvil que deje sobre la mesa y lo guarde.

Esa mañana el sol estaba asombroso. Y Brad me sonreía apoyando su brazo sobre la puerta de su coche. Entre pasos me revolvía el cabello y me miraba en el reflejo de la ventanilla.

Las pocas nubes que estaban flotando sobre la inmensidad decoraban el paisaje tan abrumador de una cuidad en movimiento. Las bocinas de

Esos ansiosas personas retumbaba dando apuro al que las escuchara.

Abrí la puerta de ese Ford descapotable y me acomode en su firme asiento. Con esa media sonrisa de galán de cine Brad me saludo tan amable, como si se hubiese levantado feliz. Una falsa imagen para un chico con el pasado más oscuro para alguien.

Desde que era chico, sus padres eran adictos, y su hermano mayor lo usaba para los mandados. Triste historia con final trágico. Donde su padre murió cuando el tenia unos trece años, y la vida le regalo un giro extra en la ruleta. Su destino cayó en la rebeldía y en la agresividad con la persona de su mismo sexo. Pero en fin, ahora es el renegado del lugar, el chico al que temen por su prontuario malvado.

Un contrato de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora