Blood in the snow.

Capítulo 4.

Era de imaginarse que el pobre Kurt se llevó una paliza trás otra.

Sus padres no podían creerse aquella semejante estúpidez por su parte, él siempre se había quedado callado en esas cosas, le obligaban a ello. Estaba en las juventudes hitlerianas, participaba en el cumpleaños del Führer, su hijo había sido su unica salvación para que nadie sospechara del comunismo de su padre. O de la resistencia de su hermano mayor.

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Gretel y Michel no eran su única familia, en el verano de 1935, cuando Valerie apenas tenía nueve años donó uno de sus dibujos. Tenía el pelo castaño mucho más claro que el suyo, unos ojos esmeralda que solían sorprender por su incansable brillo.

Para ella Albert era toda su vida, y para él su pequeña y única sobrina todo su mundo. Albert y Valerie compartían todo, libros, esperanzas y sueños.

Albert era todo un encanto de joven, tenía unos enormes deseos de vivir, de viajar, de enamorarse... Todo un galán,había tenido muchisimas relaciones, lo había dejado todo por ellas pero jamás llegó a enamorarse profundamente de alguien para compartir su vida con esa persona.

Era un gran cámara, pasaba horas fotografiando y dibujando. Soñaba por ser alguien importante en la vida pero él no lo sabía y ya era alguien importante en la vida, la vida de Valerie.

Odió el momento en el que tuvo que partir, pero también amó los recuerdos que se llevó.

Un dibujo descansaba en su cartera al lado de la cámara, y una nota con la torpe letra de una niña de nueve años rompió su corazón.